La Visión Personal es una de las características distintivas del Liderazgo y de toda persona comprometida con su crecimiento personal y profesional, es decir de todos aquellos que encaran su vida desde el autoliderazgo.
El consenso sobre la importancia que implica el concepto de Visión, puede verificarse en el hecho de que la mayoría de los libros que se han publicado en los últimos años sobre temas tan diversos como estrategia, gestión empresaria, liderazgo o trabajo en equipo, de una forma u otra hacen referencia a este tema.
La Visión Personal implica imaginar el destino que queremos construir, crear la imagen de la vida que ambicionamos vivir, proyectar la manera que deseamos ser y lo que nos gustaría hacer. Esta Visión, constituida por los valores, intereses y aspiraciones de cada uno de nosotros, le otorga finalidad y significado a nuestra vida y establece la direccionalidad hacia la cual orientamos nuestros objetivos a corto y mediano plazo.
Nos indica el camino a seguir y nos aporta inspiración, entusiasmo y compromiso. Nos impulsa hacia adelante y nos brinda la fuerza que nos posibilita encarar los desafíos y superar las dificultades. También nos aporta un lente especial a través del cual observamos el mundo.
Una de las características centrales de la Visión Personal está relacionada con la emocionalidad que la misma genera. Cuando realmente conectamos con nuestros deseos más profundos, cuando nos animamos a darle forma a nuestros sueños, cuando tenemos el coraje de emprender el camino e ir por ellos, se prende la chispa que enciende el fuego sagrado de los visionarios.
De ahí surge la confianza en nosotros mismos, la fe de llegar al objetivo deseado, la energía para avanzar más allá de los inconvenientes, la perseverancia para insistir y persistir hasta encontrar por dónde.
La capacidad de crear y comprometerse con su Visión Personal es una de las características distintivas de todo líder, emprendedor o creador; de aquellas personas que no se conforman con que las cosas les pasen, sino que hacen que sucedan. Imaginan, crean, generan nuevas realidades y en el camino se reinventan a ellos mismos. Construyen la vida que quieren vivir.
Dudan y temen como todo ser humano, pero enfrentan sus propias limitaciones y aceptan los desafíos que les propone la búsqueda de sus sueños. Estas características y esta emocionalidad no son patrimonio de seres superiores, sino de individuos comprometidos con el logro de sus objetivos.
Podemos afirmar que es una particularidad distintiva del liderazgo, comprometerse en hacer realidad su Visión y en transmitir esta convicción y mística a la gente que los acompaña. Hay miles de ejemplos cotidianos que corroboran esto que afirmamos, pero si tuviéramos que buscar un ejemplo histórico de cómo la fuerza de una Visión genera una energía individual y colectiva que puede producir transformaciones y lograr grandes objetivos, necesariamente tendríamos que hacer referencia al líder pacifista Martin Luther King.
En su lucha por la igualdad racial en EE.UU., su principal arma fue transmitirle a su gente su Visión y su convicción de que sería realidad si todos se comprometían a lograrla. En un discurso memorable comenzó diciendo “Tengo un sueño” y a lo largo de su alocución fue transmitiendo las características de ese sueño, construyendo en la mente y en el corazón de sus seguidores la imagen de ese futuro anhelado.
Decía: “Tengo el sueño de que un día mis cuatro hijos vivirán en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel, sino por su valor como persona”. La fuerza de esta Visión sobrevivió al líder (que fue asesinado un tiempo después) y se constituyó en un importante impulsor del proceso de lucha por la igualdad racial que vivió ese país.
Podríamos preguntarnos ¿De dónde surge el poder de la Visión? ¿Porque despierta pasión y entusiasmo? La Visión representa aquello que deseamos profundamente, lo que le otorga un verdadero sentido y propósito a nuestra vida. Nos impulsa a asumir los desafíos y a enfrentar los contratiempos. Nos convierte en invencibles aun en la derrota.
La posibilidad de hacer realidad nuestros mayores anhelos es lo que, en definitiva, justifica nuestra existencia. Estar conectados con nuestra Visión nos permite desplegar las fuerzas que anidan en nuestro corazón.
Para que efectivamente cumpla este rol de centralidad en nuestras vidas, es importante considerar cuáles son las características a tener en cuenta en la construcción de nuestra Visión Personal.
Cuanto más clara y precisa sea la imagen del futuro deseado, mayor poder tendrá. Cuanto más “real” sea la representación que tengamos en nuestra mente de cómo nos veremos cuando logremos nuestro objetivo, más fuerza de atracción e impulso producirá en nuestro interior.
Estas representaciones actúan como una programación interna que desencadena los mecanismos, estímulos y sensaciones necesarias para actuar en forma efectiva en función del objetivo establecido.
Walt Disney decía “Si lo puedes soñar, lo puedes hacer”. Es que, si reflexionamos, nos daremos cuenta que todo sucede dos veces. Primero acontece en nuestra mente y luego lo llevamos a la acción y lo hacemos realidad.
A tal punto esto funciona así, que muchos entrenadores han incorporado como parte del adiestramiento de deportistas y atletas, esta técnica de crear una poderosa imagen mental donde se visualizan logrando una excelente perfomance, ganando el partido o la competencia.
El Dr. Denis Waitley, quien trabajó en el entrenamiento de los astronautas en la NASA y luego utilizó este programa con atletas olímpicos, sostiene que: “Cuando visualizas, materializas. Éste es un dato curioso sobre la mente. Entrenábamos a los atletas olímpicos para que realizaran su actuación sólo mentalmente y luego los conectábamos a un sofisticado equipo de biofeedback.
Era extraordinario porque se activaban los mismos músculos y en la misma secuencia cuando realizaban la carrera mentalmente y cuando la hacían en la pista. ¿Cómo es posible? Porque la mente no puede distinguir si lo estás haciendo realmente o si es sólo una práctica. Si has estado ahí mentalmente, estarás allí con tu cuerpo”.
Para que la Visión efectivamente actúe como una fuerza movilizadora hacia el destino deseado, debe consistir en algo relevante y valioso para la persona. Obviamente que el juicio de valor es algo particular que cada uno realiza para sí mismo. Lo que es valioso para uno, puede no significar nada para otro.
Alguien puede verse recorriendo el mundo y conociendo distintas culturas, otro realizando tareas sociales o al frente de una institución y algún otro viviendo en la montaña y escribiendo una novela. Robert Fritz afirma que: “No importa lo que la Visión es, sino lo que la Visión logra”, y para que la Visión adquiera este efecto estimulante y brinde concentración y energía para la acción, debe representar algo profundamente sentido y valorado por la persona.
Algo que a su vez resulte desafiante y motivador. Puede ser que la Visión vaya cambiando o transformándose con el devenir del individuo, pero lo importante es que posea la mayor relevancia para cada etapa de su vida.
Establecer una Visión es un hecho de esperanza y coraje. Toda nueva realidad tiene su gestación en una Visión, en alguien que imagina un futuro deseado para poder empezar a construirlo. La convocatoria a crear estos nuevos mundos es el hecho fundacional del liderazgo.
Si por temor, falta de autoestima o miedo al fracaso le disminuimos relevancia e intensidad a nuestra Visión y sólo nos proponemos un objetivo de menor cuantía, éste se transforma en una obligación más, en algo que tenemos que hacer por necesidad.
Ahí queda desdibujada nuestra Visión y ya no ejerce su rol de proyectarnos e impulsarnos al futuro. Miguel Ángel afirmaba que “El peor peligro no es que nuestra meta sea muy alta y no la alcancemos, sino que sea muy baja y la logremos”. Es preferible tropezar, caer y volver a levantarnos pero saber que estamos en nuestro camino, que llegar sin contratiempos y muy prolijamente a un destino que no es el nuestro.
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