El choque cultural

Ya llevo viviendo casi tres semanas en mi nuevo piso, y pese a no tener internet, quiero empezar a contar cosillas.

Como algunos ya sabrán, estoy viviendo en piso que he alquilado en el barrio de Neukölln con dos alemanes y una chica turca. Es una extraña mezcla, ya que somos de tres países muy muy diferentes, formando un triángulo cultural, donde el nexo de unión soy precisamente yo, entre la cultura mediterránea oriental de Turquía, con la que tenemos más cosas en común de lo que parece, y la cultura noreuropea, donde también tenemos muchas cosas en común. En cambio entre ellos son como el día y la noche.



Son los pequeños detalles los que hacen la vida diaria, y ahí es donde encuentro las mayores diferencias. Quizás todos tengamos en la cabeza el tópico de que los alemanes son personas muy limpias y ordenadas. Tal vez, pero desde luego no más que los españoles. Llevé a casa un cubo y una fregona (tal vez uno de los mejores inventos españoles) y les sorprendió muchísimo. “Que guarrada, ¿no limpias nunca eso?“ „Tal vez no lo limpies tú“. En cambio ellos utilizan una mopa que se queda mas guarra que para qué cada vez que la pasan (pero ahora ya usan la fregona, si lo que vale vale). En cambio, por otra parte, les pareció que me pasaba tres pueblos comprando lejía para limpiar la cocina y el baño. Tuve que explicarles a estas alturas lo que es la desinfección.

Pero lo más divertido sin duda es el tema de la comida. Comen fatal estas gentes, no se como crecen tanto. Para desayunar se ponen morados a mermeladas de todos los sabores y colores sobre ese pan negro al que yo jamás me acostumbraré. A la hora de comer se hacen un yogurt con frutas y ya esta. Y para la noche ensaladas con especias, muchísimas especias. Le echan de esa mierda a todo. Un día me curré una salsa de tomate natural con cebolla, verduras, aceite, azúcar y sal. Esta mal que yo lo diga, pero me salió cojonuda. Y cuando se la pongo me dicen “no esta mal, pero le falta un poco de pimienta” Y van y me vuelcan el tarro de la pimienta encima del plato. Después de lo que me había costado cocinar la maldita salsa. Para matarlos.

Así que me puse manos a la obra y ahora les estoy enseñando las maravillas culinarias de la piel de toro: arroz a la cubana, pollo al ajillo, cocido, etc. Hace un par de semanas vinieron unas amigas de Giana, mi compañera de piso, a cenar. Me pidió que le ayudara y me dije “ahora verán lo que es bueno”. Menú: papas bravas con salsa brava y paella. Qué maravilla de salsa me salió. Estaban encantadas, mojando el pan sin dejar de decir lo buena que estaba una y otra vez. Tal fue así, que empezaron a echar la salsa de las papas encima de la paella. ¿Es o no es para matarlos?