El carnaval desde "la altana".


Al caer la tarde, las calles y las plazas estaban a rebosar de gente. Una enorme multitud de turistas abarrotaba los Campi de Santa Margherita, Sant Angelo y San Stefano y entre ellos abriendo un cauce un cortejo procesional se movía frenéticamente, ora al son de los tambores, ora al más entonado de los guitarrones y de las canciones de amor. Eran las llamadas Compagnie Della Calza. Una de ellas, especialmente famosa, los Arditi, (los valientes) capaces de representar la todos los personajes de la comedia del arte, pertenecían Alvise y sus amigos. Para desfilaren ella, además de música y canto, había que saber ejecutar malabarismos y las cabriolas propias de los saltimbanquis, e interpretar fielmente las gesticulaciones y mañas de los actores de La Comedia . Era la ultima de las comparsas y su salida casi al anochecer, era esperada con interés por el público que escuchaba sus canciones y seguía sus evoluciones, sus bromas y pantomimas, como si de un gran espectáculo teatral se tratara.
Mientras contemplaba la vieja ciudad desde “la Altane” en la azotea de la casa de Contarini, me pareció que Venecia en Carnaval era como una mujer madura de belleza legendaria, que encubre con su mascara, el inevitable paso del tiempo y atrae por su encanto tanto a los fieles admiradores como a otros muchos principiantes que ansían conocerla. Cierto que el inexorable, paso de los años, produce manchas bajo sus ojos, algunas arrugas en torno a los labios, la pérdida de tersura de sus pómulos, pero eso no nos impide reconocer, la belleza inmortal de sus calles y canales, de sus plazas y sus iglesias, de sus pinturas en el Museo de la Accademia. (En decenas de museos, de iglesias, en sus scuolas de las cofradías y en las casas señoriales). Ya no existe la soberbia de otros tiempos, cuando ella, era el asombro del mundo. La máscara encubre una melancólica decadencia, que le presta toda la magia de las cosas eternas e inaprensibles.
En pleno siglo XXI, todas las primaveras, durante los diez días del carnaval, con su todavía atractiva figura, Venecia se ofrece sugerente y misteriosa, sin perder nunca su dignidad a quien la sepa amar de corazón.