Javier Salas
La caída del Imperio Romano dejó huella en los árboles de Europa Central. Y no es porque Atila y los suyos se divirtieran haciendo muescas en la corteza de los troncos por cada centurión derrotado, sino por una evidencia más perdurable: los anillos de los robles. Estos aros, que delatan la forma en que se ha desarrollado un árbol, han sido los renglones sobre los que han escrito los investigadores del Instituto de Investigaciones Forestales de Suiza para hacer un trabajo de arqueología climática en regiones del centro de Europa.
Sus hallazgos, publicados por Science, abarcan los últimos 2.500 años, pero los descubrimientos más llamativos han surgido al cotejar sus muestras con las circunstancias políticas y sociales que vivió el Viejo Continente durante las invasiones bárbaras. Este periodo, que desembocó en la caída del Imperio Romano de Occidente, estuvo marcado por masivas migraciones de pueblos germánicos -aunque no únicamente- pero también por decisivos cambios del clima, según se describe en este estudio.
Los investigadores estudiaron el grosor de los anillos de hasta 9.000 artefactos antiguos hechos con madera de roble -como mobiliario, edificaciones históricas, obras artísticas y herramientas- para leer la evolución del clima de esos periodos. Una información que cotejaron con fuentes bibliográficas recogidas pro testigos de la época, que confirmaron que sus análisis son correctos. "El incremento de la inestabilidad climática entre los años 250 y 600coincidió con la desaparición del Imperio Romano de Occidente y con la agitación social de las grandes migraciones", aseguran los científicos.
Así, el estudio señala que a lo largo del siglo III se vivió en Europa una dura época de sequías y aumento del calor combinadas, de una década a otra, con etapas de importantes precipitaciones y descensos bruscos de las temperaturas continentales. Bruscas variaciones que se reflejarían en interrupciones de la producción de alimentos tras las cosechas y en una creciente inestabilidad socio-económica.
"La hegemonía o declive de civilizaciones del pasado han estado asociadas a cambios del clima, en especial por efectos relacionados con el abastecimiento de agua, la producción agrícola, la salud y los conflictos civiles", defienden los investigadores suizos.