La noche del 30 de enero de 1813, el Coronel José de San Martín y 120 granaderos atendían sus cabalgaduras, limpiaban riendas, monturas, daban de beber a sus caballos, preparaban sus armas (lanzas y sables) para arribar al Convento "San Carlos" en San Lorenzo.
Por Miguelángel Gasparini
General José de San Martín.
Retrato del anciano San Martín con uniforme pintado a la acuarela
por su hija Mercedes.
Retrato del anciano San Martín con uniforme pintado a la acuarela
por su hija Mercedes.
La noche de 30 de enero de 1813, se oyeron ruidos extraños en las afueras del pueblito de San Antonio de Areco.
Relinchos y el retumbar de cascos anunciaban un movimiento inusual cerca del "monte de nogales" (Hoy Barrio Obrero) había corrales preparados y encerrados más de 100 caballos.
Se acercaba un numeroso grupo de jinetes, vestidos de paisanos (fajina), llegaban exhaustos, sedientos
¿Quiénes eran?... un hombre alto, moreno, casi de 40 años era el Jefe de esos hombres jóvenes que cabalgaban.
Llegaron, se apearon y comenzaron a desensillar a la luz de la luna, en silencio.
A pocas cuadras de allí el Cura párroco de la Capilla San Antonio de Padua, subía presuroso a la volanta que tenía dos farolitos con velas encendidas a ambos costados del pescante... el Sacristán cargó varias bolsas en el asiento junto al cochero y partieron raudamente.
Al llegar, las pequeñas lucecitas de los faroles asustaron a la caballada encerrada y los caballos de tiro del carruaje se desbocaron a toda carrera... el vehículo volcó... el Cura salió despedido violentamente fracturándose la muñeca izquierda, mientras dos hombres a caballo atajaban y calmaban a los asustadizos animales.
Al acercarse al fogón, el fuego iluminó los rostros de los hombres que se entrevistaban secretamente bajo las ramas de un gran ombú: El Vicario Gómez y el Coronel José de San Martín.
Los hombres se abrazaron. Eran amigos desde hacía tiempo atrás.
Los 120 Granaderos atendían sus cabalgaduras, limpiaban riendas, monturas, daban de beber a sus caballos, preparaban sus armas (lanzas y sables).
Luego, distribuida la comida, cada uno portaba su ración de carne de cordero fría y galleta que había traído el Cura.
El Coronel agradeció las molestias tomadas por el sacerdote.
Manifestó su conformidad con los 120 caballos descansados que el Sr. Cura había hecho "reclutar" entre los estancieros del Pago de Areco.
La misión era de extrema urgencia y confidencialidad. El Regimiento había salido desde El Cuartel del Retiro un par de días atrás. El camino sería cruzando el Río Areco, luego el Arrecifes… alguna Posta cerca de San Pedro, luego San Nicolás, el Arroyo del Medio, llegar a Rosario, costeando el Paraná para arribar al Convento "San Carlos" en San Lorenzo. Allí los ocultarían los Padres franciscanos y esperarían la hora adecuada para el Bautismo de Fuego:
El Combate de San Lorenzo el 3 de febrero de 1813.
Pero... San Martín... ¡Pasó por Areco!