RIGER



Heimdall dejó su lugar en Asgard un día para pasear por la Tierra, como los dioses solían hacer en ocasiones. No había caminado aún mucho cuando llegó hasta una pobre cabaña a orillas del mar, donde se encontró con Ai (bisabuelo) y Edda (bisabuela), una pobre pero respetable pareja, que le invitaron de forma hospitalaria a compartir su exigua comida de gachas de avena. Heimdall, que dijo llamarse Riger, aceptó gustoso la invitación y permaneció con la pareja durante tres días enteros, enseñándoles muchas cosas.

Al concluir este tiempo, se fue para continuar con su viaje. Algún tiempo después de su visita, Edda dio a luz a un niño de piel oscura y rechoncho, a quien llamó Thrall.

Thrall pronto mostró una fuerza física poco común y grandes aptitudes para los trabajos pesados, una vez hubo crecido, tomó como esposa a Thyr, una chica de constitución gruesa con las manos quemadas por el sol y pies planos que, al igual que su marido, trabajaba de sol a sol. Muchos hijos nacieron de esta pareja y de ellos, descendieron todos los siervos de la gleba o esclavos del Norte.
Tras dejar la pobre cabaña y la desolada costa, Riger se dirigió hacia las tierras del interior, donde en poco tiempo llegó hasta unas tierras cultivadas y una fértil granja. Entrando en esta confortable morada, se encontró a Afi (abuelo) y Amma (abuela), que le invitaron hospitalarios a sentarse con ellos para compartir la simple pero abundante comida que habían preparado para su almuerzo.

Riger aceptó la invitación y permaneció allí tres días con sus anfitriones, impartiéndoles toda clase de conocimientos útiles para ellos.

Tras marcharse de su casa, Amma tuvo un robusto hijo de ojos azules, a quien llamó Karl. Mientras crecía, demostró grandes habilidades en la agricultura y a su debido tiempo se casó con una rolliza y hacendosa esposa llamada Snor, la cual le dio muchos hijos, de los que desciende la raza de los agricultores.

Dejando la casa de esta segunda pareja, Riger continuó su viaje hasta que llegó a una colina, sobre la cual se erigía un majestuoso castillo. Allí fue recibido por Fadir (padre) y Modir (madre), los cuales, bien alimentados y vestidos lujosamente, le recibieron cordialmente y le agasajaron con exquisitas carnes y deliciosos vinos.

Riger permaneció tres días con esa pareja, tras lo cual regresó a Himinbjorg para reanudar su guardia como vigilante de Asabridge y al poco tiempo, la esposa de la tercera pareja tuvo un hermoso y esbelto hijo, a quien llamó Jarl. Este niño mostró pronto una gran afición por la caza y toda clase de ejercicios marciales, aprendió a interpretar runas y vivió para realizar grandes hazañas de valor que hicieron su nombre distinguido, añadiendo gloria a su estirpe. Tras alcanzar la edad adulta, Jarl se desposó con Erna, una doncella aristocrática y de esbelta figura, que gobernó su casa sabiamente y le dio muchos hijos, todos ellos destinados a gobernar, el más joven de los cuales, Konur, se convirtió en el primer rey de Dinamarca.

Esta leyenda ilustra bien el marcado sentido de clase social que existía entre las razas nórdicas.