Perdido en Stuttgart

Aviso: post largo. Si pasas de leer baja pa'bajo que es donde he puesto las foticos.

El pasado jueves 13 de Mayo era fiesta en Alemania, que el día de la Ascensión es festivo aun (y Pentecostés también). Me pareció leer una vez un 60% de la población se considera cristiana, estando mitad-mitad de ellos entre católicos y evangelistas. De todos modos no sé como andará la cosa, porque al empadronarte te preguntan tu religión, y si pones alguna te toca pagar impuestos adicionales, así que mucha gente joven se ha vuelto agnóstica/atea sólo por eso (a un colega italiano lo excomulgaron oficialmente por ponerlo).

Voy al tema que ya me estoy enrollando otra vez. El caso es que como cayó en jueves, había puente. A mi poco me importa ya que estoy en el paro, pero mi compañera de piso aprovechó para irse a visitar a su familia y me invitó a ir con ella a pasar unos días en Stuttgart.


Es un viaje largo, de casi 6 horas. Para ir utilizamos la opción de mitfahrgelegenheit. Esto, en cristiano, es un coche compartido. Si clickas el enlace te lleva a una página web donde gente con coche que tiene que viajar por el motivo que sea de un sitio a otro ofrece las plazas libres a cambio de compartir gastos. Me encanta esa idea, ya que nos costó 30 € la ida y 35 la vuelta. No está mal teniendo en cuenta que un tren nos hubiera salido por el doble o el triple. Este sistema esta muy difundido entre la gente joven y normalmente encuentras siempre con quién viajar entre grandes ciudades.

Salimos el miércoles con una pareja muy simpática que nos llevo hasta Leonberg, un pueblo al lado de Renningen, que es donde vive la familia de esta chica, a unos 30 km de Stuttgart. Desafortunadamente llegamos de noche y no pude apreciar el paisaje de la zona hasta el día siguiente.

Tras dormir un poco, desayunamos la familia junta. Además del día de la Ascensión, también era el día del padre, por lo que el desayuno no fue para nada normal. Aunque en Alemania por lo general anteponen las obligaciones a horarios estrictos de comida como en España, si que gustan de hacer desayunos fuertes cuando pueden o en ocasiones especiales. El menú consistió en tostadas con mantequilla y mermeladas caseras, bretzel (lazos de pan tostados), embutidos, queso, tartas (la hermana pequeña se había currado dos tartas de fruta), café y zumo de naranja. No desayunaba tanto desde que estuve en los EEUU, aunque allí encontré hasta patatas fritas en el plato.

Con un estómago a rebosar no acostumbrado a desayunar un festín, nos montamos en el coche y nos fuimos a Tubinga (Tübingen en alemán), una ciudad universitaria a unos 100 km de Renningen donde estudia la hermana mayor, que no había podido venir.

Ya por el camino me fui dando cuenta de como es el estado de Baden-Wurtemberg: verde. Completamente verde. Vas por la carretera y no ves más que árboles, pero muchísimo más frondosos y frescos que los que puedes encontrar normalmente por España. Claro está que aquí llueve más también.

La ciudad era preciosa. Como todo el mundo sabe, casi todas las ciudades de Alemania fueron intensamente bombardeadas durante la 2ª Guerra Mundial, y no quedan ni la mitad de los edificios históricos del país de antes de esa época. No obstante, según me comento esta familia, estas ciudades, al estar entre montañas, se salvaron un poco y conservan casi todos.
Paseando por Tubinga vi casas de más de 1000 años, su catedral gótica, su universidad, el castillo que corona la ciudad y sus tiendas de antigüedades. Fuimos a comer a un restaurante donde pude degustar algunos de los platos típicos de Suabia (que es como les gusta llamarse a si mismos a la gente de por aquí); Maultasche, Spätzle, Espárragos y Kartofelsalat, todo regado con vino blanco.







El viernes me levante empachado. Giana estaba ocupada ese día y no me podía acompañar a ver la ciudad. Cogí mi cámara de fotos y fui a perderme por Stuttgart.

Lo primero debo mencionar el transporte público de la zona. Como en Berlín, tienen S-Bahn (cercanías), U-Bahn (metro), tranvía y autobuses. A veces la U-Bahn sale del subterráneo y discurre por las calles junto a los coches. No por su caminito, sino en mitad de la calzada, con coches por delante, semáforos y transeúntes. Y no es como un tranvía, no no. Es un señor tren de 2 metros de ancho y cuatro vagones. Vamos, un tren de metro, como los que hay en Madrid o Barcelona yendo por la calle. Yo flipaba pensando en la inercia que tiene ese bicho.
La S te lleva a cada uno de los pequeños pueblos alrededor de la ciudad, y están tan limpios y son tan cómodos que parecen Talgos. Y los pagas como tales. Billete multi-zona, válido para un viaje: 6,50 €. Imagina pagar semejante pastizal dos veces al día.

Total, que con la cartera temblando me fui al Museo Daimler-Benz. La compañía nació aquí, y es donde tienen su sede mundial. ¿Y que mejor que poner al lado de la sede un cojo museo de 7 plantas con todos los modelos famosos construidos hasta la fecha?. La galería comienza con la invención del motor de gasolina, exponiendo los primeros modelos que fueron construidos con tan rudimentario propulsor, mientras en las paredes van mostrando la historia de la zona. Conforme se avanza por el museo se avanza en el tiempo, y así como los modelos se hacen más grandes, la compañía fue creciendo, y los muros con historia pasan a contar la historia nacional, para pasar luego a la europea y, finalmente cuando la compañía es una multinacional, a la historia mundial. Personalmente, a mi se encogía el corazón de ver tanto mercedaco junto. Imprescindible visitar este museo si estas por la zona. Son 8 €, 4 la reducida.







Con las piernas temblando me dirigí a la estación central, Hauptbahnhof. Es un edificio de arquitectura de los años 20, cuando les dio por apostar más por la función y no tanto las formas (pensamiento ingenieril puro). Teniendo en cuenta los pocos edificios que quedan de esa época en Alemania, es un joya. Y me entero de que lo quieren demoler para hacer una cojo estación moderna. La forma supera a la función ahora, supongo. De todos modos, tiene una torre a la que se puede subir gratis y desde la que se ve todo el centro, lo que me permitió planearme un paseo por Konigstrasse, la calle de compras de Stuttgart, y Theothorstrasse, la de bares. Además, visite los dos palacios-castillos del centro, la iglesia, los jardines y el ayuntamiento.





Tras callejear y perderme varias veces, me fui a la torre de la televisión, que parecida a la de Berlín, te permite ver la ciudad desde más de 200 metros de altura. Hacía frío, pero la vista era impagable.



Durmiendo no más de 5 horas, el sábado se vino Giana con una amiga suya y conmigo al otro museo que no se debe perder nadie, el de Porsche. Por favor, que nadie me haga elegir entre este y el de Mercedes, que me sería muy difícil. Asi como el de la estrella está más enfocado a la historia, el de Porsche lo es a la ingeniería y los avances tecnológicos. Además, no tiene tantos modelos comerciales, pero sí un montón de coches de carreras, especialmente para las 24 horas de Le Mans, que es donde les gustaba probar dispositivos nuevos y revolucionarios.







Ya saturado de coches de jamás podré tener entre mis manos, me llevaron de nuevo al centro por si me había dejado algo de ver.

Y nada, por la noche un poco de fiesta, alguna que otra Stuttgarter Hofbräu y para casa, que al día siguiente nos tocaban otras 6 horas de vuelta.

Me lo pasé muy bien estos 3 días y pico que estuve, me permitió conocer una zona de Alemania y un estilo de vida muy diferentes a Berlín. La ciudad de Stuttgart no es grande, unos 600.000 habitantes creo que tiene (como Zaragoza más o menos será), así que no necesita más de 2 o 3 días para ser vista.

En resumen, Stuttgart es como un Mercedes, bonito, lleno de detalles pero caro. ¡Un abrazo!


PD: Resto de fotos en mi galería de Picasa.