Ya llevo más de un año en Alemania (¡cómo pasa el tiempo!), y entre otras cosas he podido aprender un poco de esta sociedad tan particular. Nunca me había permitido el lujo de hablar abiertamente de sus gentes, y aún a riesgo de que los que conozco que hablan español se enteren de lo que escribo, lo voy a escribir igual, que ya tenía ganas.
No puedo empezar sin decir primero que, por supuesto, ciertos clichés y prejuicios no deben aplicarse a todos, que cada uno es como es y blablablá. Pero aún así, también se nos puede aplicar el cuento a nosotros.
¿Y por donde empiezo? La idea general que solemos tener de los alemanes es que son gente muy cerrada, carente de sentido del humor, más secos que un bacalao y tremendamente eficientes. Pues nanay. Como decía Jack El Destripador, vayamos por partes.
¿Son gente cerrada? Al principio parece que sí, luego cuando los conoces mejor resulta que no, pero al terminarlos de conocer sí que lo son. Menudo lío ¿no? La tónica general es que aquí, mientras seas un desconocido, un mero compañero de clase o de trabajo o algo así no te va a hacer caso ni el tato. Pero si eres tú el que empiezas a hablar, a darles algo de coba y a interesarte entonces de repente muestran un interés que hasta parece fingido. Y si va bien la cosa no te costará mucho hacer nuevos amigos. Y aquí viene lo curioso: los alemanes no suelen tener muchos amigos, pero si te llaman amigo, lo eres de verdad. Como dicen los de Muchachada Nui, son como un perro apaleado, que te miran con desconfianza, pero les pasas la mano por el lomo y te son más fieles que ná. Pero ya llegamos al final del camino, y es que se quedan estancados ahí y les cuesta infinito abrirse más. Un amigo alemán te salvaría de ir a la cárcel, pero jamás sabrás que les pasa por sus teutónicas cabezas rubias.
Esto hace las relaciones interpersonales un poco complejas, pero acabas pillándole el truco. Quizá podría definirlos como que son deterministas: cada causa origina un efecto predecible. Una de las primeras cosas que aprendí de ellos es que hay que cuidarse de hacerles favores, sobre todo si no se los esperan: removerán cielo y tierra y no descansarán hasta que te devuelvan el puñetero favor. Puede llegar a ser enervante, de verdad, porque te lo tienen que devolver “ampliado”. Una vez se me ocurrió invitarle a un cigarro a mi buddy (un chaval que me asignó la universidad cuando llegué aquí que me hacía de tutor). El tío no dejo de ofrecerme tabaco en toda la tarde, cansino hasta decir basta. Pobres, son tan inocentes que no saben lo que es la picaresca. Por cada plato que les friego a mis compañeros de piso o cada día que hago la cena estoy una semana a pensión completa con servicio de lavandería.
-"¿Estás seguro de que esta es la mejor forma de sacarle al tubo de pasta de dientes lo que le queda?"
-"Confía en mí, no es la primera vez que lo hago"
También podría explicarse este comportamiento porque son más cabezorros que los maños, que ya es decir. Cuando se les mete algo entre ceja y ceja no lo sueltan… o cuando se lo meten, que es lo escalofriante. Aquí en Alemania existe un sentimiento del deber y de tu propio lugar en la sociedad muy arraigado. Por ejemplo, existen tres tipos de institutos para la educación secundaria: los Gymnasium (instituto que permite asistir a la universidad), Realschule (escuela media que permite realizar ciertos aprendizajes) y Hauptschule (escuela de educación mínima, que permite hacer trabajos artesanales, tócate los cojones). Con 10 años, a los niños les hacen un examen y les meten en una de estas escuelas, predeterminando su futuro. Si tienes suerte, irás al Gymnasium, irás directamente a la universidad y serás un ciudadano de primera. Si por el contrario vas a la Hauptschule, mala suerte, quizás puedas ser carpintero. En principio, haciendo cursos intermedios, exámenes y tal puedes ascender, pero no deja de ser preocupante que con tan solo 10 años decidan si serás Arquitecto o peón de obra. Luego preguntas por ahí y algunos te dicen que este sistema es muy injusto, otros en cambio “¿Qué esperas? No todo el mundo va a ser abogado o ingeniero. También hacen falta barrenderos”. Y este es el pensamiento más generalizado. Cada uno tiene su sitio en la sociedad, y si tienes que hacer algo, lo haces y punto.
Cuando estaba en el antiguo campus de ingeniería durante el verano (a unos 15 km del centro de Berlín, y 20 de mi casa) siempre había un becario acompañándome que estaba haciendo su tesis doctoral. Normalmente no había nadie más en el departamento, así que era el único con el que podía hablar. Un día le pregunté qué tal iba, y me suelta “Terminé la semana pasada el trabajo, ahora solo juego al solitario del Windows” “¿Y por qué no te quedas en casa?” “Porque tengo que estar aquí” “Si no tienes que hacer nada, no tienes que estar aquí”, le dije. “Si que tengo, porque el Prof. Frank me dijo que tengo que estar aquí” “Pero si no aquí no hay nadie y además estás perdiendo el tiempo” “Pero es que tengo que estar aquí porque tengo que estar aquí”. Prometo que el tío lo decía completamente convencido de la lógica de su afirmación.
Trabajando en ese laboratorio fue donde mejor conocí las virtudes de la sequedad alemana. Con gente joven la cosa esta mas normalizada, pero con los que pasan de los 30… amigo mío, y yo que me metía con los telecos llamándolos cuadriculados. Da igual que algo se haga mal si se hace según el guión. Tú defínele los objetivos y despreocúpate de ayudarle, aunque no lleve ni un día trabajando. Da igual que el pobre chaval no conozca a nadie aquí, no le dirijas la palabra, no vaya a tener la gripe A. Eso sí, si tienes que hacerle firmar un contrato, léele una por una las clausulas, aunque te lleve 2 horas de reloj y lo estén esperando.
-¡Muchas felicidades, señor Van Gogh! ¡Ha ganado usted un equipo de música estéreo!
-¡El concurso!
Podrías pensar, querido lector, que es por su sentido del trabajo, que los alemanes son muy eficientes… ¡Los cojones! Son la gente más lenta, pasota y burocrática que haya conocido en mi vida. Para una mierda de contrato de prácticas me han pedido (atención): copia de mi DNI, del pasaporte, de mi contrato del piso, de la Shufa de los cojones, el anmeldung, de la seguridad social, de mi seguro a terceros personal y ¡mi certificado de nacimiento! Y qué decir del ritmo de trabajo. Cuando les pides que hagan cualquier cosa, te tardan como 2 semanas como mínimo, cuando no 2 meses. Mi querido amigo Álvaro tenía una teoría: cuando terminó la II Guerra Mundial, el país estaba destrozado y había que reconstruir todo. Se pusieron a ello y ocurrió el llamado “Milagro Alemán”. Cuando terminaron, se tomaron unas vacaciones que para mí que duran hasta la fecha.
Y para mí que con esa pachorra con la que trabajan debería de tener mejor humor. Existe una teoría muy difundida acerca de su temperamento. Según dicen, existen dos tipos de alemanes: los que cuando eran niños aprendieron a usar el acusativo a la primera y los que no. Los primeros tuvieron una infancia normal, pero los otros sufrieron de castigos físicos y vejaciones por parte de sus profesores hasta que se lo metieron en el coco. Son estos los que te gritan cuando subes 1 dB el volumen en el autobús, los que te empujan si vas andando por el carril bici (incluso cuando solo hay carril bici y no hay acera), solo te saben contestar con “Ja” ó “Nein”, y en definitiva, toda esa amable y afable gente que te hace preguntarte la poca frecuencia con la que copulan.
¿Y no tienen sentido del humor? Lo tienen, pero es raro de cojones, y más negro que el carbón. Valgan como ejemplo estos chistes, de los más populares por estas tierras:
Un abuelo de 86 años visita al médico "me voy a casar la próxima semana, Doctor""¿Qué edad tiene su novia?" "18" "¡Oh, Dios mío! Debo advertirle que el sexo a su edad puede resultar mortal". Replica el abuelo: "¡Si se muere, pues entonces qué lástima!"
¿Por qué en los baños de los bancos siempre tienen papel higiénico triple hoja? Porque según el reglamento toda transacción deberá realizarse en original, más dos copias.
Se encuentran dos amigos: "¡Ayer sí que me paso algo tremendo! Mi mujer bajó al sótano a subir unas patatas, en eso se tropieza en las escaleras, rueda y se mata" "Y entonces ¿qué hiciste?" "Espagueti".
Espero no haber matado a nadie con estos chistes tan malos, pero había que romper el hielo.
Sin ofender, por cierto.