El perfeccionismo es una siniestra fantasía asociada al modelo económico en el que vivimos. Una batalla perdida de antemano, que condiciona todas nuestras acciones. Una carga absurda y dolorosa que no permite el descanso ni la serenidad, una ocupación a tiempo total, que nos impide relajarnos
Las relaciones de dependencia en el ámbito familiar y las de jerarquía en el laboral son el caldo de cultivo de la actitud perfeccionista. La prevalencia contagia todas las relaciones de arriba a bajo iniciándose una nefasta estrategia: “la del yo critico y por tanto me pongo a salvo de ser criticado”( contraria a toda responsabilidad personal). El modelo del “guardián” en la educación de los hijos, produce adolescentes confundidos y bastante malhumorados. La corrección inmediata de todo error en el trabajo, deteriora las relaciones personales y en definitiva la efectividad laboral, pues se asume una posición de superioridad intelectual y moral, que no es fácil de tolerar por los demás.
En ambos casos, en el de los hijos y en el de los empleados resulta nefasto el modelo de corregir en el acto todas las equivocaciones. Para que los seres humanos cambien, tienen que sacar energía de algún lado. Si se sienten insignificantes y despreciados no será posible que logren reunir la fuerza o el coraje necesarios para encontrar esa solución.