Los londinenses celebran el 30 ° aniversario publicando The liberty of Norton Fol-gate.
–Este mes se cumple el 30° aniversario del primer concierto de Madness. ¿Lo han celebrado de algún modo?
–Todo el año será una celebración. En Madness estamos tan chalados que sería difícil reducirlo a una fiesta. Además, en nuestra familia más inmediata ya somos 400 personas: siete músicos con siete hijos cada uno que a su vez tienen siete hijos…
–En una canción nueva dicen que lo dan todo por arrancar una sonrisa. ¿Esa es su motivación actual?
–Madness no tiene un plan de dominación global: solo queremos pasarlo bien. Es gracioso: Oasis nos invitaron a tocar con ellos y ahora dicen que no nos quieren de teloneros porque los echaríamos del escenario.
–Quizá se han enterado de que Madness son unos ídolos de Blur.
–Quizá, pero este verano Blur tocan en el festival de Glastonbury y también han intentado que no actuemos en el mismo escenario que ellos, así que me temo que todo tiene más que ver con que les damos miedo.
–¿Fundar su propio sello les facilita las cosas o las complica aún más?
–Todo es más complicado. Pudimos firmar con un gran sello pero no me gustaba la idea. No son buena gente. Y me da igual si no vendemos discos porque en directo somos el mejor grupo que he visto en mi vida.
–También dicen representar a Londres en We are London.
–Cuando veo a Buena Vista Social Club pienso en Cuba. Si quieres pensar en Londres, Madness es una síntesis de todas las culturas que han pasado por la ciudad. En una época oscura como esta, Londres es una mezcla extraordinaria de gente, el mayor experimento de asimilación cultural e inmigración que el mundo ha visto jamás. Y ya es hora de que alguien diga que eso es maravilloso.
–Al anunciar The liberty of Norton Folgate como un disco sobre un viejo barrio de Londres con autonomía propia cabía sospechar que harían un alegato en favor de una Inglaterra tradicional y pura, pero…
–...Es casi lo opuesto. Si no comprendes el pasado no entenderás el futuro. Hay un indio al final de mi calle que no para de quejarse: «Esos jodidos europeos del Este me quitan el trabajo». Ya no recuerda cuando él llegó. Yo sí, y mis vecinos gritaban: «¡Dios, hay un indio en el barrio!».
–¿Cree que ahora hay más racismo en Londres que tiempo atrás?
–No. Mira qué pasaba 300 o 500 años atrás y compruébalo. Oigo a la gente quejarse de la inmigración desde que soy niño: de los indios, de los irlandeses, de los negros, de los judíos… Londres siempre será así y la única manera de sobrevivir es con esta gente nueva que llega y aporta nueva energía.
–¿Es ese el mensaje principal que quiere aporta Madness en el 2009?
–Hablamos del amor por la vida, de la gente solitaria, de los que no encajan, de amistad y de los que se merecen un buen puñetazo en la nariz.
–Vuelven a estar los siete en el grupo. Madness de la impresión de ser una familia siempre a la greña, pero que cuando hace falta hacen piña.
–Exacto. Somos amigos desde el colegio. Esto es un barco y si no estamos todos de acuerdo no zarpa. A veces está anclado dos años, cinco o diez. Pero si sale todos estamos a bordo.
–¿Cuál es el tema de discusión más absurdo que les ha enfrentado?
–De jóvenes nos peleábamos por cosas inimaginables. Uno cogía el despertador de la habitación de otro y se desataba una guerra de puñetazos. Éramos una familia disfuncional. Nunca discutíamos sobre música o fama, sino por cosas serias como quién me ha robado los calcetines.
–¿Qué pensó cuando les llamaron del festival Sónar de electrónica?
–Somos una tribu de gente normal. Nos la suda dónde tengamos que actuar. Solo queremos pasar un buen rato. No tenía ni idea de que eso era un festival de electrónica. Nadie me lo dijo. Pero tampoco me importa.