Tengo que reconocer que cuando en septiembre todo el mundo me decía que me iba a visitar, no creí a nadie. Y ahora tengo más experiencia hostelera que otra cosa. Los últimos en visitarme han sido Israel (en fase de cambio de nombre) y Nacho, que vinieron el miércoles pasado hasta el domingo. Esta es su historia.
Llegaron un nublado miércoles abrilesco a Berlín después de haber dormido no más de 3 horas en las últimas 24, pero bajando del avión al grito de ¡fiesta!
Lo primero lo típico de Berlín: Alexander Platz, Unter den Linden, Puerta de Branderburgo, y también Lindenbräu. Se empezaron a empapar de la atmósfera berlinesa.
Al día siguiente un poco de turismo de museos sin mí, que tenía que ir a hablar del proyecto con mi profesor, y luego a visitar el estadio del Hertha BSC, el equipo de fútbol de la ciudad que juega en el antiguo estadio olímpico. Este estadio fue construido en principio para las olimpiadas de 1916, que fueron anuladas debido a la primera guerra mundial. Más tarde, en 1936, se remodeló el estadio más a gusto del que mandaba por aquí en ese momento, donde Jesse Owens se hizo famoso por ganas los 100, 200 y 400 metros lisos.
Y ya por la noche, a dar una vueltecita a tomar unas cervezas. Mi amigo Marco también se había traído unos amigos, así que fue una reunión un tanto extraña: conversación en inglés, alemán, italiano, griego y español en una misma mesa.
El viernes tocaba fiesta Erasmus. Primero barbacoa en mi antigua residencia. Fuimos al súper a comprar cervezas.
Yo: Muy bien, pillamos algo de carne y unas cervezas
Nacho: Ok. ¿Cuántas cervezas pillamos?
Yo: No muchas, una caja de 20.
Israel: Pero animal, que son botellas de medio litro ¿no son muchas?
Yo: Tú hazme caso.
Cayeron las 20. Israel se metió entre pecho y espalda 8.
Luego a la disco, que había una fiesta de bienvenida para los estudiantes Erasmus de la Humbodlt. Es otra universidad, pero a estos les dio igual como se puede ver en esta foto donde Nacho se arrima a una alemana (o viceversa, no se).
Al día siguiente, sábado, la cosa pintaba más tranquila. Más que nada por la resaca de los innumerables litros de cerveza y, según Nacho, un único chupito de Jägermeister. Sea lo que sea, me los llevé a bares típicos de Berlín en plan tranquilito en terraza.
Se fueron el domingo por la mañana, reventados de un fin de semana de 4 días de infarto. Yo por mi parte sigo mejorando mis habilidades como guía turístico. Estoy por hacerme profesional.
Para terminar, la anécdota. Les mandé el viernes por la mañana a que me hicieran la compra, que yo estaba liado. Les encargué tres cosas: café, azúcar y cerveza. Me trajeron café para filtros, azúcar de hacer tartas, y cerveza sin alcohol. 2 ingenieros, capaces de poner un cohete en órbita, incapaces de hacer la compra. Donde vamos a parar.