Speaking in silver

Ayer publicaron un artículo muy interesante en El País. Se titula “Por qué a los españoles se nos da mal el inglés” (Fernando Galván, 19/07/2010).

Y digo que es interesante por que me ha tocado vivir la discriminación lingüística que sufrimos la mayoría de hispano hablantes en el extranjero, especialmente a manos de los noreuropeos.

Cuando me mudé a Berlín tuve la oportunidad de conocer multitud de personas de infinidad de países: alemanes, franceses, irlandeses, rusos, fineses, checos, suizos, brasileños, chinos... Vivíamos en una residencia de unos 700 estudiantes, y la mitad eramos extranjeros. De todos ellos, calculo que sólo el 10 % hablaba alemán correctamente (quitando a los nativos, claro está). En efecto, el inglés se impuso inmediatamente como lengua general. Los anglosajones estaban encantados, y a mi me vino muy bien pues recuperé una barbaridad de soltura en solo unas semanas.

El punto es que pude comparar de primera mano el nivel en lenguas extranjeras que controla la gente por el norte y otros países. No quiero decir que mis compañeros erasmus hablaran con total perfección la lengua de Shakespeare, pero comparados con los españoles la rozaban. Leyendo el artículo de Fernando Galván me doy cuenta por qué nos cuesta tanto hacernos entender. Y es que lo más característico de la pobreza del inglés hablado por un español no suele ser el vocabulario o la gramática, sino la pronunciación. El acento macarrónico característico de un español se reconoce a kilómetros. Y lo que más nos jode ¡no paran de hacer bromas! Se parten de la risa cuando no sabemos diferenciar la “b” de la “v”, cuando decimos “Espain” o con las traducciones literales como “From lost to the river”, “Calefaction” (heating), “Stantery” (schelves) y un largo etcétera.

Así que yo, harto de sufrir sus coñas por más que intento pronunciar sus palabros mientras corean al unísono “Paela paela”, me llaman “Dáfif”, confunden mi segundo apellido con el primero, o no me distinguen una “p” de una “b” (por no hablar de la “rr” o la “z”), desde aquí quiero proclamar el reconocimiento del acento español-macarrónico como un dialecto oficial más del inglés.


De esta forma, nos equiparamos a los irlandeses que mezclan todas las palabras, australianos que parece que tengan una polla en la boca, yankis que nunca conocieron las conjunciones y demás hijos de la Gran Bretaña que hablan mas cazurros que el tonto del pueblo exigiéndote que les entiendas.

La próxima vez que sufras burla o mofa por tu acento, le espetas al susodicho que lo tuyo no es limitación, sino “Slang”, mientras le enseñas orgulloso la “Jamonedflag”, por si le quedaran dudas. ¡Ahí queda eso! (There left it!)