EL COLLAR DE FREYA




Siendo la diosa de la belleza, Freya, naturalmente, era aficcionada a los vestidos, a los ornamentos relucientes y las joyas preciosas.

Un día, mientras se encontraba en Svartalfheim, el reino bajo tierra, vio a cuatro enanos fabricando el más bello collar que ella había visto nunca. Casi fuera de sí por el deseo de poseer este tesoro, llamado Brisingamen y era un símbolo de las estrellas, o de la fertilidad de la tierra, Freya imploró a los enanos para que se lo regalaran; pero ellos rehusaron hacer tal cosa, a menos que ella les prometiera concederles su amparo.

Tras obtener el collar a este precio, Freya se apresuró a ponérselo y su esplendor aumentó tanto sus encantos que lo llevó puesto día y noche, pudiéndosela convencer sólo ocasionalmente para que se lo prestara a otras divinidades.

Thor, sin embargo, llevó este collar cuando se hizo pasar por Freya en Jötunheim, y Loki lo codició y lo hubiese robado de no haber sido por la vigilancia de Heimdall.

Freya también era la orgullosa propietaria de una vestimenta de halcón, o plumas de halcón, que permitía al que se la ponía volar a través del aire como si fuese un pájaro; esta vestimenta era tan valiosa que Loki la tomó prestada en dos ocasiones, y la misma Freya la utilizó cuando fue en busca del desaparecido Odur.

Ya que Freya era también considerada como diosa de la fertilidad, a veces era representada conduciendo junto a su hermano Frey el carro tirado por el jabalí de las cerdas de oro, esparciendo, con manos pródigas, frutas y flores para alegrar los corazones de la humanidad. Sin embargo, ella tenía un carro propio, en el que viajaba con frecuencia. Éste era tirado por gatos, sus animales favoritos, los símbolos del cariño y la sensualidad, o las personificaciones de la fecundidad.

Frey y Freya eran tan venerados en el Norte que sus nombres, con formas modificadas, se utilizan todavía como las palabras "señor" y "señora", y un día de al semana se conoce como día de Freya, el viernes, por la gente angloparlante.

Los templos dedicados a Freya eran muy numerosos y fueron mantenidos durante mucho tiempo por sus devotos, el último en Magdeburgo, Alemania, el cual fue destruido por orden del emperador Carlomagno.