Convivir en pareja

"No extremes nunca las cosas esto es lo primero en el matrimonio". F. Dostoievski

La convivencia matrimonial se sostiene sobre la base de un buen equilibrio psicológico personal. No es creíble que alguien pueda estar a gusto con otro, si antes no es capaz de estar a gusto consigo mismo.
Tener una personalidad bien estructurada es una operación laboriosa, lenta de artesanía, en la que uno va talando y podando lo que no es útil y añadiendo elementos positivos que la irán haciendo más madura.La capacidad para controlar y dominar los sentimientos y las pasiones es un signo de madurez. Esta facultad consiste en esencia en el continuo ejercicio de “aplazar recompensas” y de “ampliar la visión”, lo que sin duda resulta difícil en una sociedad como la nuestra, donde todo tiene que ser rápido y hacerse sobre la marcha.
La convivencia es un arte que necesita dedicación y orden mental. Se sostiene sobre distintos elementos que conviene cuidar: el lenguaje verbal y el no verbal ( los gestos, el contacto ocular, el tono y el timbre de la voz, la expresión facial, la postura), el contenido de la comunicación ( lo que se dice, la expresión de los sentimientos positivos o negativos, el saber pedir ayuda, disculparse, iniciar y sugerir relaciones sexuales), el aprendizaje del diálogo ( saber escuchar y decir de forma clara y concreta lo que se quiere decir, ser positivo y flexible, no confundir la sinceridad con las expresiones duras y descalificadoras...). Las técnicas para adquirir las habilidades de la comunicación conyugal persiguen “la asertividad” – el decir y hacer lo más conveniente para eludir el enfrentamiento en cada caso y constituyen un inmenso campo de aprendizaje.
La convivencia en armonía precisa una atenta observación de los fallos, los defectos y los errores que se van produciendo y la búsqueda de soluciones para los conflictos. No hay que perder de vista que sus grandes enemigos son el cansancio del día a día, la falta de novedades de una vida monótona, lánguida e insulsa, y el hecho de no compartir cosas, ni intercambiar conductas gratificantes.