A petición de Isis, por si le sirve de algo en su próximo certamen de poesía erótica.
Un día caluroso del mes de junio nos fuimos de visita al monasterio budista de la Alpujarra. Tras una larga excursión por la montaña, nos echamos a dormir la siesta en una cabaña del bosque junto a un río. Estaba muy cansado y me dormí profundamente. Tuve un enigmático sueño: Mi compañero de excursión, vestido extrañamente con el manto amarillo de los ascetas budistas, me preguntaba con evidente tristeza. ¿ Por qué me has abandonado?. Yo trataba de abrazarlo para consolarlo, pero al atraerlo a mi pecho, noté que ya no era mi amigo, sino una mujer por cuya túnica entreabierta asomaba un seno turgente. Entonces puse mi boca en él y bebí leche. Tenía un sabor dulce y fuerte y sabía a mujer y a hombre, a sol y a bosque, a flores y animales, a todos los frutos y a todos los placeres. Era una leche que embriagaba y hacia perder el sentido.
Me despertó un ruido en el bosque, parecido al sombrío graznido de un búho. Fuera, apenas había luz, las aguas del río proyectaban pálidos destellos por la puerta de la cabaña. Comenzaba a amanecer. ¿Cuantas horas había dormido?. Mi reloj había desaparecido de la muñeca y mi amigo había abandonado la cabaña. Después de llamarlo muchas veces, muy preocupado, tomé el camino que continuaba río abajo. Despuntaba el día, cuando llegué a una aldea desierta, que tenía una sola calle. A la salida, en un lavadero de piedra, una mujer joven lavaba la ropa. La saludé procurando no asustarla. La joven levantó la cabeza sin rubor y me miró con una sonrisa que hizo centellear fugazmente en sus ojos. Le pregunté, si había visto a mi amigo. Ella entonces se me acercó, su boca húmeda relampagueó un instante en su rostro juvenil; tenía un extraño parecido con la mujer del sueño. Me dijo que no había visto a mi amigo y en tono de broma:- ¿si yo estaba seguro de que había dormido con mi amigo en la cabaña del bosque?. Al decir esto, la muchacha apoyó su pie descalzo sobre mi pie derecho y el otro sobre mi muslo izquierdo, rodeándome la cintura con uno de sus brazos y pasándome el otro alrededor del cuello, gimiendo suavemente su deseo, como si deseara trepar por mi cuerpo y besarme en la boca*. Sentí que se me encendía la sangre, me incliné hacia la joven desconocida y bese la oscura punta de uno de sus senos. Al levantar la mirada, volví e encontrarme con su rostro sonriente lleno de deseo y con sus ojos entornados que expresaban la apetencia que la consumía. Como hasta entonces, nunca había tocado a una mujer, tuve un momento de vacilación... Pero en mi interior comenzó a brotar incontenible, el manantial del sexo, y ya mis manos se disponían a posarse en ella, cuando escuché estremecido una voz, que dijo: "No". Al punto se desvanecieron los encantos que emanaban del sonriente rostro de la joven. La voz que decía no; ¡Ay!, no era una voz interior; sino la de mi amigo, que me zarandeaba con violencia tratando de despertarme en la cabaña.
¿ Acaso, nunca os ha pasado, que el despertar, formaba parte del sueño?
Me despertó un ruido en el bosque, parecido al sombrío graznido de un búho. Fuera, apenas había luz, las aguas del río proyectaban pálidos destellos por la puerta de la cabaña. Comenzaba a amanecer. ¿Cuantas horas había dormido?. Mi reloj había desaparecido de la muñeca y mi amigo había abandonado la cabaña. Después de llamarlo muchas veces, muy preocupado, tomé el camino que continuaba río abajo. Despuntaba el día, cuando llegué a una aldea desierta, que tenía una sola calle. A la salida, en un lavadero de piedra, una mujer joven lavaba la ropa. La saludé procurando no asustarla. La joven levantó la cabeza sin rubor y me miró con una sonrisa que hizo centellear fugazmente en sus ojos. Le pregunté, si había visto a mi amigo. Ella entonces se me acercó, su boca húmeda relampagueó un instante en su rostro juvenil; tenía un extraño parecido con la mujer del sueño. Me dijo que no había visto a mi amigo y en tono de broma:- ¿si yo estaba seguro de que había dormido con mi amigo en la cabaña del bosque?. Al decir esto, la muchacha apoyó su pie descalzo sobre mi pie derecho y el otro sobre mi muslo izquierdo, rodeándome la cintura con uno de sus brazos y pasándome el otro alrededor del cuello, gimiendo suavemente su deseo, como si deseara trepar por mi cuerpo y besarme en la boca*. Sentí que se me encendía la sangre, me incliné hacia la joven desconocida y bese la oscura punta de uno de sus senos. Al levantar la mirada, volví e encontrarme con su rostro sonriente lleno de deseo y con sus ojos entornados que expresaban la apetencia que la consumía. Como hasta entonces, nunca había tocado a una mujer, tuve un momento de vacilación... Pero en mi interior comenzó a brotar incontenible, el manantial del sexo, y ya mis manos se disponían a posarse en ella, cuando escuché estremecido una voz, que dijo: "No". Al punto se desvanecieron los encantos que emanaban del sonriente rostro de la joven. La voz que decía no; ¡Ay!, no era una voz interior; sino la de mi amigo, que me zarandeaba con violencia tratando de despertarme en la cabaña.
¿ Acaso, nunca os ha pasado, que el despertar, formaba parte del sueño?
*Esa postura es descrita en el Kamasutra como "trepar al arbol"