La Verdad.

“ La Verdad es la Verdad, dígala Agamenón o su porquero”
Agamenón ( el Rey de Mecenas)
"Conforme"
Su porquero- "No estoy de acuerdo".
( A. Machado)


Como todos los viernes a media tarde, el pequeño grupo de amigos, volvió a reunirse en casa de Jorge.Ya apuntaba la primavera y por esos sacaron el viejo samovar con el té, a una mesita que habían dispuesto en el jardín. La tertulia comenzó esta vez con la lectura de la carta del Caballero Inexistente, que había dejado perpleja a María, quien dio esta contundente réplica a "La Verdad" que proclamaba Agilulfo en "la triste reseña sobre Vidriera".

Para la mayor parte de las actividades y relaciones cotidianas el criterio filosófico de verdad tiene poca relevancia. No quiero decir que no exista un criterio de objetividad científica o filosófica, sólo digo que tratar de descubrirlo y guiarnos por él, no es lo que suele plantearnos conflictos con los demás. Más bien resulta pasmoso el vacío de opiniones en este terreno.
En cambio, en cuanto manifestamos una opinión u observamos una conducta que ataña a nuestros sentimientos o intereses, caemos en la cuenta de que nuestra verdad personal, está muy lejos de coincidir con la de los demás. Curiosamente cuanto más emocional es el tema más seguros estamos de tener razón, y más seguros parecen los demás de que no la tenemos.
Hacer de nuestra verdad personal, que no pasa de ser una mera creencia, una Verdad con mayúscula de la que debemos convencer a los demás es una actitud pretenciosa, absurda y peligrosa.
El hermoso “intelectualismo moral” que predicaba Sócrates, es completamente inapropiado en las cuestiones de la vida ordinaria. La idea de que si puedes explicar “tu lógica” a alguien estará de acuerdo contigo, se basa en la suposición de que la única cosa que impide que la gente esté de acuerdo contigo de todo corazón es su ignorancia. Esto es con demasiada frecuencia inexacto y pretencioso. Las creencias de cada cual cuadran con su personalidad, o con sus circunstancias, antes que con la lógica de la situación y todos somos reacios a que otra persona nos indique lo que debemos creer
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