La esperanza.


Hay una campana que suena en el alba y que no está en ningún campanario. Ramón Gómez de la Serna.




Esta entrada se inicia donde terminó la titulada: "Un laberinto".


- No temas, dijo una voz profunda, que me resultó conocida. Y a la pálida luz del móvil, vi brillar una pulsera como la que me habían dado en prenda.
Salimos a una calle iluminada, a mi lado se encontraba un hombre alto, ataviado con el tradicional disfraz del carnaval veneciano: el tricornio, la capa y la bauta. Reconocí al caballero silencioso que acompañaba a nuestro anfitrión Contarini.
- Te seguí cuando saliste de casa, hasta el momento en que te arrastró la multitud. No ha sido fácil encontrarte. Pero caí en la cuenta de que eres una mujer perspicaz... entonces comencé a buscar por las calles más oscuras. ¿ Quieres que te lleve a la Plaza de San Marcos junto a los jóvenes?.
- No- contesté- quiero quedarme esta noche contigo y disfrutar de cuanto de bueno tiene el carnaval, Agilulfo.
Tomamos una góndola; el gondolero nos obsequió con dos tazas del chocolate caliente que llevaba en un termo. Le pedimos que hiciera un trayecto tranquilo, seguía haciendo mucho frío, así que nos juntamos como una pareja de enamorados, y nos cubrimos con la capota, para abrigarnos. La primera noche de carnaval Venecia lucía magnífica, con los fuegos artificiales que se reflejaban en la laguna y los palacios engalanados, llenos de luz y animación, el colorido de los disfraces, las calles llenas de músicas y de gente bailando, por todas partes se oía el alboroto de la fiesta . Pero nosotros atendíamos otro alboroto aun más intenso, el que en ese momento sentíamos en nuestro propio corazón.
- No quise hablar contigo en casa de Contarini, por pudor. Temía ser inoportuno, inmiscuirme en tus asuntos sentimentales. ¡Yo no existo!. ¿Cómo hacer por pura fuerza de voluntad, para enamorar a una mujer como tu y convencerla de que ese amor tiene sentido?.
- ¡Agilulfo, no digas eso!. Yo no he hecho otra cosa que pensar en ti, desde la primera entrada de este blog. Tu existencia es lo que puede dar sentido a mi vida, porque te quiero. ¡ Me oyes , te quiero desde la primera vez que te vi, cuando, te saqué de aquel riachuelo en que caíste con tu armadura!. ¿ Cuál es el motivo de que huyas de mi?.
- ¡Sólo me oculto, no huyo!. No hay nada visible dentro de la armadura, sin ella, puedo pensar, y sentir... pero no actuar. El disfraz cumple la misma función, por eso siempre vengo a Venecia, a casa de mi viejo amigo Alvise Contarini, en carnaval . Es triste, pero pese a mi fe en la causa del amor, fuera de un envoltorio, no existo. Sólo soy imaginación, un deseo en estado puro, el deseo de amar y el deseo de ser amado...
- ¡Es carnaval, y a nadie se le puede exigir que se descubra!. Pero cuando has puesto tu mano en la mía, me ha dado un vuelco el corazón. Puedo asegurarte que no era un simple guante lo que sujetaba mi mano. En mi alma suena una campana, tan fuerte y ardiente como tu fe: si consigo amarte con toda mi alma, nada impedirá que lo haga con los cinco sentidos, de mi cuerpo.
Observa, hace un momento, has sentido el frío por primera vez y no te has dado cuenta, has sido tu, quien ha echado la capota para abrigarnos. Pienso que porr medio del amor, de una pobre mujer como yo, se te ha otorgado un cuerpo para que así puedas darle sentido a tu existencia. ¡Agilulfo, bajo esta capota que nos cubre, bajo esa gran capa negra que te envuelve, estoy escuchando latir tu corazón enamorado!.