Berliner Unterwelten

Ya estoy graduado en guía turístico semiprofesional. Después de la primera visita de Juan y Josué, del día 5 de Febrero hasta el 10, de Álvaro y Alex desde el 10 hasta el 18, y luego de Jorge, Dani y Germán el mismo 18 hasta el pasado 25, tengo claras varias cosas: que es genial tener amigos que te vengan a visitar, pero si otra vez estoy tres semanas seguidas así me pego un tiro.

Como decía, Jorge, Dani y Germán vinieron a visitarme la semana pasada. Tenían muchas ganas de hacer turismo y conocer Berlín, pero yo estaba algo liado con el tema de que estoy buscando un pisito para mudarme de la resi, que está bastante a tomar pol’culo. 

El caso es que cada mañana estos se hacían un plan para visitar aconsejados por un servidor y se lanzaban a la aventura de descubrir la ciudad, esperando no perderse.

Como decía, yo estaba bastante liado con el tema de los pisos (es una historia sin final aún, pero promete) y pocos días pude escaparme a visitar cosillas, con lo que me gusta. Pero el domingo pude, y fui con ellos a visitar una de las cuatro exposiciones que tienen en la ciudad la asociación histórica Berliner Unterwelter, dedicada a la exploración, reconstrucción y mantenimiento de las numerosísimas instalaciones subterráneas que existen en Berlín desde la época del innombrable.

Ofrecen 3 tours en español: uno en un bunker de la Segunda Guerra Mundial, otra en una torre de defensa antiaérea (muy impresionante por cierto) y otro (el que hicimos nosotros) en dos búnkeres refugio, uno de la Segunda Guerra Mundial y otro de la Guerra Fría. Nos prohibieron hacer fotos, pero os lo puedo contar un poco por encima.

Fuimos primero hasta la estación de cercanías Gesundbrunnen, al norte de la ciudad. En los tiempos de la guerra, esta estación era el límite de la ciudad. Por ello, el gobierno de entonces decidió, aprovechando las instalaciones de la estación de metro, construir un refugio antiaéreo. Solo bastaba instalarle puertas de acero, reforzar un poco las paredes y pintar con pintura fosforescente y tóxica señales en las pareces y ya tenias un bunker. Daba igual que los arquitectos firmaran que esas instalaciones se vendrían abajo con la primera bomba, lo importante era tener a la población tranquila.

El guía nos fue llevando por las instalaciones, enseñándonos los aparatejos que tenían, los víveres y a la vez contándonos detalles históricos y anécdotas. Muy completo y muy ameno.

Nos mostraron la sala donde se encontraban los filtros de aire (ver foto de abajo). Debíamos de ser unos 30 visitantes, y el sitio era muy angosto. En ese momento, cerró tras nosotros la puerta blindada y nos empezó a meter en situación. Ese búnker estaba diseñado para albergar unas 1300 personas, pero en momentos de pánico de la población llegarían a meterse unos 4000. En esas circunstancias se estaría un poco agobiado, algo así como estábamos nosotros en esos momentos. El guía lanzó unas preguntas al aire. Según las estadísticas, entre 30 personas hay al menos un médico o enfermera. Y así era en nuestro grupo. Que haya médicos es fundamental en un búnker: puede haber heridos, enfermos, ancianos, embarazadas, etc. También es importantísimo tener algún psicólogo. Si acaban de bombardear tu ciudad y has perdido a tu familia y amigos es posible que estés alterado. No hay que olvidar, dijo el guía, algún policía o militar, para mantener el orden y la organización. Pero luego mencionó lo más curioso de todo. Lo fundamental fundamental es que haya… ¡ingenieros! 

¿Y para qué, te preguntarás? Resulta que el búnker se cierra de manera hermética, y solo entra el aire a través de los filtros de la fotografía: dos ventiladores que traen el aire del exterior después de pasar por un filtro de carbono activo y metales pesados. Si esas bombas fallasen, por un corte de luz por ejemplo, toda la gente moriría asfixiada en menos de 10 minutos. Y sería muy probable que fallasen, porque estaban conectadas al suministro eléctrico de la ciudad. El guía llamó a dos ingenieros voluntarios. Salió Dani y una chiquilla que estaba allí. Entonces el guía, sin más, cortó la luz.

Imaginaos la situación. Se va la luz, pero como las bombas estaban funcionando, tienen algo de inercia y se van frenando poco a poco, a la vez que la luz se va atenuando hasta quedar en la más absoluta oscuridad con 4000 desconocidos. Un par de ingenieretes (que ni siquiera han terminado la carrera y que jamás han visto un cacharro semejante) tienen unos pocos minutos para reactivar los filtros y la luz antes de que los supervivientes mueran asfixiados en medio de un ataque de pánico. ¿Tú que harías? (Dejar la respuesta en los comentarios).

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Después de que Dani nos salvara la vida a todos, salimos del búnker y fuimos a ver el segundo. Este sí que era un búnker atómico de verdad, diseñado y construido para soportar una explosión nuclear y mantener con vida de forma autónoma durante 2 semanas a 3300 supervivientes.

Pero, un momento ¿esto no es una estación de metro?

Efectivamente, es la estación de la línea U8 Pankstrasse. Berlín, durante la reconstrucción y ampliación de las líneas de metro durante la guerra fría, y ante el temor de un ataque nuclear, construyó estaciones que pudieran servir en caso de guerra como refugios para la población. No era un temor infundado, nos enseñaron un mapa de Berlín donde los soviéticos planearon los efectos de una bomba de un megatón sobre Alexanderplatz. Les importaba poco que una parte de la ciudad fuera suya: 1,2 millones de bajas civiles propias son asumibles, que soviéticos hay ya muchos.

La estación, por supuesto, parece normal, pero se puede reconocer por unos marcos de metal a las entradas, de donde bajarían unas compuertas de 20 cm grosor de acero para sellar el recinto. Entonces, para acceder al interior, se debería pasar a través de una exclusa estanca donde se renovaría el aire y se descontaminaría a los que fueran a entrar. Eso significaba desnudarse delante de todos los desconocidos y deshacerse de la ropa contaminada obligatoriamente, para ponerse unos chándales que repartirían. Algo más para añadir al estrés del momento. Había chándales azules y amarillos, porque la comida se repartiría en dos turnos.

Nos enseñaron las instalaciones. Tenían enfermería, camas, cocina, baños, duchas, etc. Los baños estaban infradimensionados, esto es, con menos WC de los necesarios, por una razón: evitar que una persona se quedará sola dentro y cometiera alguna desgracia. Por la misma razón los espejos eran de acero pulido, para que nadie pudiera hacerse un cuchillo con un cristal roto. El guía nos contó que esto lo aprendieron de la experiencia.

En definitiva: es una visita muy interesante. No tenía ni idea de que existieran esta clase de instalaciones tan “a la vista”. El búnker de Pankstrasse estuvo operativo hasta 2007, pero ahora solo funciona como estación. Alemania tiene una capacidad para refugiar al 1% de su población en bunkers, pero países como Suiza tienen para el 98% (¿y por qué no hasta el 100%? Suponen que un 2% no conseguiría siquiera llegar a la puerta del bunker, así que ¿para qué más?) Ya sé que siempre estoy recomendando sitios, pero este debería estar en el Top 10. Entrada 9€, pero 7€ si eres estudiante. Visita en español.

Por cierto, esta asociación participó en el documental de Canal Historia “Ciudades bajo tierra: Berlín, la guarida de Hitler”. También lo recomiendo.

Y ya para despedirme, unas foticos de Jorge, Dani y Germán. Un placer teneros en Berlín.